Capítulo 5

El mate estaba caliente. Muy. Lo apoyó sobre la mesita redonda decorada por una lana color crema para que se enfríe un rato. Ella siempre se burlaba de Luca, que no le gustaba el mate cuando estaba caliente, y se auto proclamaba como "valiente" por tomar el mate de todos modos.
Para ellos el mate siempre había sido una especie de santuario, en donde podían conversar de cualquier tema sin ningún tipo de vergüenza.
Lumiére, el gato de Alex, se agazapó sobre ella, y cuando ella puso su mano en el aire, tras un momento de observación, paso por debajo de ella, buscando una caricia. El gato siempre había despreciado a cualquier persona que se metía en el departamento, salvo a Luca, a quien no le tenía un gran cariño pero sin embargo había aprendido a soportar.
Alex miró a Luca. Él nunca hubiese imaginado escuchar lo que a continuación haría:
-Perdón.
Hubo tres segundos eternos de silencio.
-¿Por qué?
-Sabés bien por qué. Vos siempre estuviste ahí para escucharme y yo desaparecí sin dejar rastro alguno. De repente cuando las cosas me empiezan a ir mal, te busco y a vos no te queda otra que venir.
-Primero que nada, desapareciste porque te fuiste de vacaciones y estabas con tu novio- disimuló su certero enojo- y además, no es que no me queda otra más que venir, sino que te quiero y te aprecio como a pocas personas.
Alex se preguntó si existiría algún hombre que hablara con palabras tan consoladoras como las que empleaba Luca.
-Pero aún así...
-Alex, no empiezes -la interrumpió Luca- Sólo tuvimos un descuido, no hay de que avergonzarse ni por qué disculparse. No te culpes.
Alex no pudo decir nada. Odiaba cuando Luca decía exactamente lo que se tenía que decir, y terminaba callado como en un silencio victorioso, empapado en gloria.
Lumiére estaba acostado entre los dos, mirando a su dueña. Cuando Luca intentaba avanzar para acariciar su barriga,  Lumiére se estremecía y lo miraba con una mirada que invadía e hipnotizaba. Había algo raro en ese gato. Tenía un pelaje gris con algunas rayas de color del ébano, y unos redondos ojos azules que parecían penetrar en el pecho de uno. Se movía con una gracia envidiable, haciendo cada acción suya un acto majestuoso digno de ser presenciado.
Empezaba a oscurecer y Luca había olvidado totalmente que tenía que pasar por el Chaffeur para agradecerle a León (claro está, ésto era siempre a escondidas de la mirada atenta de Escargnón, que no dejaba pasar oportunidad para rezongar a sus empleados).
Se disculpó y le pidió a Alex que le baje a abrir, mientras se ponía su chaqueta y escuchaba "Love Me or leave me" mientras Jay Jay Johnson parecía quedarse sin aire mientras no dejaba de incluir notas con su trombón.
Al bajar, Luca pudo por fin pisar cada peldaño al ritmo de la batería de Clarke, mientras se acomodaba su saco de pana, que por los años ya bastante gastado estaba.
Cuando llegaron al descanso final, se miraron algunos pequeños segundos y se dieron un abrazo que se ofrecieron simultáneamente, sin que ninguno tenga que avanzar hacia el otro.
En el momento en que se soltaron  y se despidieron, Luca ya se estaba marchando cuando de golpe le dijo a Alex que no cierre.
-Veámonos el domingo, bien entrada la tarde, en el viejo árbol del cementerio. ¿Qué dices?
-¡Ahí estaré! -dijo ella y acto seguido, hizo un ademán con la mano y cerró.
Luca quedó estampado, en seco.
No sabía bien por qué.
Quizás no estaba viendo las cosas bien.
Lo único que supo, (y que definitivamente estaba viendo bien) era que, cuando estuvo por agarrar la llave para desencadenar la bicicleta, venía una hermosa mujer de un rubio pelo corto con un flequillo despeinado hacia adelante, ojos azules, y una figura elegante pero pequeña, por la esquina de en frente... de la mano de el mismísimo Pierre.
Luca agarró la bicicleta y pedaleó hasta su último aliento y al pasar por al lado de una fila de autos estacionados, se esfumó entre la multitud de la Rue de París

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